Unidad IV, lección 2, ejercicio 16 b
Un producto aparentemente inofensivo como el chicle supone un auténtico reto para la limpieza de ciudades de todo el mundo y también un grave problema medioambiental. Y es que a diferencia de lo que pudiéramos pensar, los materiales con los que se elaboran la mayor parte de los chicles en la actualidad no son biodegradables. Es más, de no ser procesados adecuadamente, su ciclo de degradación natural puede durar 5 años.
Si eres de los que come chicle a menudo, quizás ya tengas claro qué debes hacer con él cuando lo quieres desechar o quizás tienes las mismas dudas que el resto de las personas que lo hacen ocasionalmente. Según datos extraídos en Reino Unido, una pastilla de chicle viene a costar unos 4 céntimos de euro frente a los 14 euros que cuesta despegarlo.
¿De qué está hecho un chicle? Originariamente el chicle estaba compuesto por una savia que se extraía de un árbol de América central. Este ingrediente es dulce, duro y natural. Hoy en día, está hecho con una base de plástico neutro que da elasticidad, que tiene el mismo efecto gomoso que la savia. Algunos de los ingredientes más comunes que tienen son: xilitol, base de goma, saborizantes, colorantes, aceite de coco…
Los chicles son difíciles de reciclar, por eso los debemos tirar al contenedor de resto, el gris. En ocasiones hay personas que lo guardan en su mismo envase y lo tiran de esta manera, pensando que puede ser una buena idea. Esto es un error, ya que los envoltorios sí que son envases que se pueden reciclar sin ningún problema. Este tipo de papel lo podremos tirar al contenedor amarillo de envases.
A pesar de las dificultades que se presentan a la hora de reciclar los chicles, existen algunos lugares del mundo como Ámsterdam o Ciudad de México que están dando ejemplo en este ámbito. En la capital holandesa, se ha iniciado un proyecto pionero junto a la empresa Gum-Tec, especialistas en reciclaje de chicles, y la marca de moda Explicit. En este proyecto, un equipo especializado se encarga de retirar los chicles de las calles de la ciudad, para luego ser convertidos en diferentes polímeros plásticos que se emplearán en la fabricación de suelas de zapatilla. Así nacen las Gumshoe, cuyo objetivo es dar voz a distintos mensajes sobre reciclaje y cuidado del medio ambiente, al tiempo que se evita la presencia de millón y medio de kilos de chicles anuales en el suelo de la ciudad.
En la Ciudad de México se creó en 2018 la campaña #TiraTuChicleAlBote. A la cabeza de esta acción estaba la marca de chicles Trident. Se instalaron 75 contenedores específicos para tirar chicles por todo el casco histórico de la ciudad. Los chicles acumulados en estos contenedores se procesaron junto a otros plásticos reciclables para luego convertirlos en polímeros que se emplearon en la fabricación de distintos objetos. Además del proceso de recogida, se programó un proceso de concienciación sobre la importancia del reciclaje y el mantenimiento de la limpieza en la ciudad.
Estas iniciativas también se han llevado a cabo en España, concretamente en la ciudad de Mislata (Valencia). En esta localidad se instalaron 50 contenedores en 2020 destinados a recoger gomas de mascar. Se encuentran en puntos clave como plazas, parques, paseos, alrededores de colegios y edificios públicos, donde la afluencia de gente tiende a ser mayor.