Unidad VI, lección 3, ejercicio 7 a

Belarús era para mí un destino soñado desde hacía mucho tiempo. No tenía un listado de lugares para ver o monumentos o ciudades que visitar. Quería descubrirlo con mis propios ojos, sin expectativas.

Pues llegué a Minsk en primavera, sin duda una de las mejores estaciones del año para visitar el país. Aun en avión vi que no en vano a Belarús se le llama los pulmones de Europa. Alrededor del 40% del país está cubierto de bosques.

Las calles de la capital bielorrusa están llenas de flores, arboles, parques y jardines, por eso el aire es fresco y se respira perfectamente. ¡Un paraíso para todos aquellos que no tienen alergia! Y lo que me sorprendió mucho es que las rosas no las vendieran por la calle chinas sino nativas muy elegantes, provocativas y gigantes.

Belarús  está considerado el país más cerrado de Europa, pero como siempre, ahí están sus habitantes para desmontar estos prejuicios, los bielorrusos son abiertos y reciben al visitante con curiosidad «De España, ¡qué lejos!».  Mi presencia les resultó un tanto marciana, “¿Y como es qué has elegido Bielorrusia como destino de vacaciones?” me preguntaron en varias ocasiones.  Además los bielorrusos son hospitalarios, las responsables de un par de museos me dieron su teléfono móvil personal «por si necesitas algo o quieres quedar a tomar un café los días que estés aquí, Clara». Siempre digo que esta es una de las mayores ventajas de viajar sola, que los habitantes locales se abren muchísimo más.

Sin grandes sorpresas Belarús es el país de los placeres sencillos, ejemplo de ello es su capital. La ciudad con dos millones de habitantes es una de las más tranquilas de Europa e invita a pasear por su centro histórico, perderse por los kilómetros y kilómetros de jardines, recorrerla en bici siguiendo el interminable carril que cruza toda la ciudad y bordea el río o navegar tranquilamente por este en barca o en patinete.

 

Последнее изменение: Четверг, 24 Февраль 2022, 16:42