Unidad II, lección 1, ejercicio 21 a.
Alejandra: Tienes que ayudarme a encontrar un trabajo en una empresa, no puedo seguir trabajando sola, en casa.
Mónica: Yo pensaba que estabas contenta de trabajar en casa, sin necesidad de coger el coche o el autobús, ni de soportar el mal humor de tu jefe.
Alejandra: Bueno, al principio me gustaba. No tenía que madrugar ni tomar el metro que siempre está hasta arriba de gente.
Mónica: Puf, es lo peor. Odio el metro por las mañanas.
Alejandra: Mientras trabajaba, escuchaba música, veía vídeos y chateaba en Internet. También me llamaba alguna gente por teléfono.
Mónica: Yo, por ejemplo.
Alejandra: Sí, precisamente por eso estoy en tu casa. Ahora este tipo de vida me resulta insoportable. En casa solo se oye el rumor del ordenador, del equipo de música y otros aparatos. Ni una voz humana. La verdad es que me siento muy sola, ni siquiera voy a hacer la compra, porque la hago por Internet y me la traen a casa.
Mónica: ¿Pero no chateas o hablas por Internet?
Alejandra: Sí, claro, tengo un montón de conocidos a los que veo en la pantalla, que me envían chistes y recetas de cocina, comentamos las noticias.
Mónica: Pues entonces no estás sola.
Alejandra: Ya, pero lo que quiero es hablar con personas de carne y hueso, no con una máquina.
Mónica: No sé de qué te quejas de verdad. Yo preferiría mil veces quedarme en casa que someterme a los horarios, inconvenientes de tráfico, mal tiempo o de los cambios de humor de mis compañeros de trabajo.
Alejandra: Lo dices, porque no has probado trabajar desde casa durante mucho tiempo. Cuanto más comunicados estamos a través de la tecnología, más alejados estamos en la realidad unos de otros.
Mónica: Vale. No te preocupes, cuando sepa algo, de alguna oficina que necesite a alguien, te avisaré. Te lo prometo.